Primer acto: no somos más que monos desnudos
- Asdrúbal Huerta
- 10 may 2024
- 4 Min. de lectura
Me trae escribir aquí estas ganas de compartir cosas cuya temática no sé definir bien. Me interesan las neurociencias y las ciencias del comportamiento pero no sólo en clave clínica sino, y sobre todo, en clave de racionalidad científica, de escepticismo, de evidencia empírica de las cosas, de la razón, animado por las ideas de progreso científico de la ilustración y en medio de una crisis del pensamiento que llamo una "nueva edad media" y que se nos abalanza en forma de talud oscuro de las ideas invadiendo redes sociales, medios de comunicación e incluso (y sobretodo) la academia, lo que nos deja a merced de las narrativas no basadas en evidencias empíricas.
Hace poco recordaba la ley de Brandolini o principio de asimetría de la estupidez: «La cantidad de energía necesaria para refutar tonterías es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirlas». Quizás por eso decidí inhibirme de debatir sobre cualquier asunto y sustituir las acaloradas discusiones con desconocidos de las redes sociales por estas publicaciones "catárticas".
En un mundo cada vez inundado por narrativas, pseudoterapias e ideologías que se alejan de la ciencia, en un mundo repleto de pseudociencias, relatos y movimientos coercitivos, en un mundo que olvida que fue La Ilustración la que permitió el control de la naturaleza para un bienestar que hoy damos por sentado como si siempre estuvo ahí; es en ese mundo, en el cual sólo soy un médico, psicólogo y especialista en neurociencias que se empeña en ir a contracorriente por derroteros impopulares.
Intento hacer en la práctica psicológica lo mismo que hago con la medicina: apegarme a la evidencia, acercarla a un terreno científico librarme de narrativas especulativas, de ideologías, de “escuelas”. La mayoría de las escuelas de ciencias sociales y psicología hoy en día no son más que incubadoras de especulaciones y sectas; por suerte, hay excepciones.
También trato de hacer con la medicina lo que hago con la psicología: cuestionar mis prácticas, preguntarme si algunos de nuestros esquemas y comportamientos clínicos atienden sólo a la evidencia científica o a narrativas políticas, burocráticas, económicas, sociales, ideológicas y si son los mejores para cada paciente en particular.
Como alguien que comenzó este camino hace más de 20 años en el seno de una organización coercitiva piramidal que utiliza técnicas de manipulación psicológica y que pasó por varias "escuelas" psicológicas hasta llegar a este punto de intento de escepticismo y pensamiento crítico, siento gran fascinación por los cultos, religiones y sectas y los mecanismos a través de los cuáles instrumentan la coacción de sus adeptos. Desde hace más de 20 años me apasiona ayudar personas, hacerme preguntas sobre el el cerebro.
Cuestiono la división (a mi juicio artificial) entre humanos y animales, como si perteneciésemos a otra categoría universal. Creo que, como dice Steven Pinker somos sólo "un mono desnudo" un "mono sin tantos pelos", biológico, instintivo, nada más que eso, hecho de la misma materia que está hecho un delfín, un hongo portobello, un caballo o una perdiz. Cuestiono la existencia del libre albedrío, tal como lo expuso recientemente el brillante profesor Robert Sapolsky. Si existe, es irrelevante, y le hace un flaco favor a la psicología, como dice Esteve Freixa I Baqué. Mirar hacia el libre albedrío o la "autorrealización" es caer en una trampa humanista y antropocéntrica, en la búsqueda de un origen y un propósito del comportamiento (que no sabemos si existe y que, probablemente nunca hallemos por tratarse de una pregunta filosófica y, por tanto, nunca resuelta) en vez del entendimiento de los mecanismos biológicos que nos subyacen y el control y manipulación experimental de variables que nos lleven a un mayor bienestar o a experiencias placenteras. Estas son las ideas que me subyacen, es por eso que uso con frecuencia mi logotipo del chango con el cerebro expuesto o los hashtags de #nosomosmásquemonosdesnudos #alegatoporciertaracionalidad.
Quizás les platique sobre nuevos hallazgos para el tratamiento de enfermedades, de potenciales tratamientos aún no aprobados, de cómo la ideología impregna la academia y la ciencia y tuerce las ideas, de casos extraños o curiosos relacionados con las alteraciones del comportamiento y enfermedades neurológicas, de fenómenos perceptuales y sesgos cognitivos que evidencia lo vulnerables que somos los humanos al engaño y la irracionalidad independientemente de nuestra formación cultural y académica.
Mi aspiración es la de un humilde pez, defensor de las ideas de la ilustración, en un océano de decadencia civilizatoria repleto de creencias, supersticiones, disciplinas especulativas, defensores de movimientos extremistas, de ideologías identitarias, de tiranías de la tolerancia, de afirmaciones del New Age que roban a la ciencia sus términos para hacerse pasar por conocimiento científico. Creo que el sistema le ha fallado a las personas en cuanto a educarlos para el pensamiento (quizás deliberadamente puesto que alguien que falla en la razón es más fácilmente manipulable). En todo caso, es un terreno fértil que han sabido invadir los "okupas de la charlatanería", como los suelo llamar. Le hemos fallado a la gente y en vez de hacerles la ciencia fácil y entendible y hemos permitido que se les venda dogma revelado robando a la ciencia el prefijo "neuro - " o palabras como "cuántico" para simular validez. Es por eso que a veces digo #neurocienciasparalavida o #neurocienciasparalavidacotidiana, porque, por ejemplo, ¿de qué sirven los experimentos en ratones sobre el estrés si no podemos traducirlo en acciones concretas a la persona que no es experta en el tema?.
Termino con una de mis citas favoritas de Steven Pinker:
"Si algo tenían en común los pensadores ilustrados era su insistencia en que apliquemos enérgicamente el estándar de la razón a la comprensión de nuestro mundo y no recurramos a generadores de engaño como la fe, el dogma, la revelación, la autoridad, el carisma, el misticismo, la adivinación, las visiones, las corazonadas o el análisis hermenéutico de los textos sagrados. Era la razón la que llevaba a la mayoría de los pensadores ilustrados a repudiar la creencia en un Dios antropomórfico que se interesaba por los asuntos humanos. (…)"
